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Trabajo y técnicas

Las maestrías activas en los talleres de los «tintoreros« provenían de la pequeña burguesía y eran frecuentemente artesanos que aprendían el arte en las empresas de familia y administraban el taller propio con la ayuda de los obreros, los peones y muchachos a quienes se les asignaban funciones de manualidades.lavoro_tintori_firenze

No obstante las dificultades que sufrieron para afirmar la propia autonomía política, ocupaban en la sociedad florentina una posición relevante cuya presencia era notoria.

La categoria de los «tintoreros» se dividía en tres grupos, aquellos del «Arte Mayor«, sin lugar a dudas la mejor organizada, que teñía los tejidos de los más variados colores, aquella del «Arte Menor«, especializados en la difusión de las tinturas de color rojo utilizando como colorante la «robbia», sustancia vegetal de cuyas raíces se extraía el principio activo, y al final aquellas del «Arte del Guado«, otro vegetal usado para obtener una vasta gama de celestes.

arte_tintori_firenzeEl taller del tintorero tenía que ser necesariamente espacioso donde cupieran las tinajas, latones y baldes de diversas medidas, herramientas para sistematizar, calentadores y percheros para extender y debía ser bien aireado para poder ventilar de los vapores y las exhalaciones tóxicas que se desarrollan durante las labores.

Un elemento de primera necesidad estaba representado por el agua que debía ser abundante, limpia y excenta de sales. Esa es la razón que fundamenta el actual Corso dei Tintori, paralelo al Lungarno alle Grazie, ahí se ubicaba el Arte Mayor que usufructuaba las aguas del Arno donde después se volvían a versar los residuos de las elaboraciones y de los baños de tintura con un complicado sistema de canaletas de acumulación y drenaje.

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Los colorantes usados podían ser de naturaleza variada y muchos de estos, con las propias técnicas de teñidos, eran a menudo mantenidas en secreto custodiadas con mucho celo. Algunas sustancias vegetales en agua caliente aseguraban el fijado del color a las fibras sin ningún otro tipo de tratamiento; entre estas se encontraba el “ mallo” de nuez o la corteza de algunos árboles. Otras sustancias, como el índago, el azafrán y el «oricello» necesitaban además un tratamiento a base de vinagre y vino u orina que tenían el poder de separar la parte colorante y de fijarla a las fibras. Al final se empleaban una serie de sustancias vegetales como el guado y la robbia que, para asegurar la duración y la brillantez del color tenían que usarse junto a fijadores; entre estos se usaban mucho las cortezas de algunos árboles ricos en tanino, algunas mezclas de cenizas y de productos descartables de las fermentaciones del vino. El compuesto químico preferido, por el poder de asegurar la máxima lucidez a las fibras, era el «allume», muy usado desde cuando fueron descubiertos los ricos yacimientos en Toscana y en el Lacio.

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